La influencia del
cielo ha marcado las fechas
escogidas para las celebraciones. En concreto, el solsticio de invierno ha sido aprovechado por muchas civilizaciones
para alabar a sus divinidades.
Ya los bárbaros
del Norte de Europa celebraban en estas fechas el cumpleaños de uno de sus
dioses, Divino Indrasil, adornando
un roble. También el antiguo Egipto, China y el pueblo Hebreo utilizaban árboles de hoja perenne para simbolizar
el universo, la vida eterna, el amor de Dios.
Ahora nosotros
adornamos los árboles con manzanas, recordando el árbol del paraíso, y una estrella en lo alto para recordar la
presencia del ángel Gabriel en el Portal.
El árbol nos
recuerda la necesidad de colaborar para llegar a la felicidad, en el trabajo, y en casa. La tarea de las raíces, el
tronco, las ramas y las hojas simboliza diferentes características básicas para
lograr el éxito: La búsqueda de
recursos, la organización global, la meticulosidad del detalle, la relación con
el exterior.
Buscamos desde
pequeños la autonomía que nos da
solvencia, pero debemos recordar que sólo con otros seremos un árbol perenne.
Y más ahora, en
que en un momento crítico, debemos consolidar con ilusión un nuevo árbol que quiere vivir para siempre.
En Navidad,
tómate una tregua para cohesionar tu
árbol.
¡Felices fiestas!